Hillary agota su tiempo y el tiempo agota a Hillary. El sector mediático estadounidense está dispuesto a enterrar a la precandidata demócrata y ya ha sido declarada perdedora. No es que critique a estos medios de comunicación por hacer lo que hacen siempre. Pues antaño apoyaron al propio Bill en su precandidatura del mismo modo que hicieron posteriormente durante las dos campañas presidenciales que ganó. Lo que pasa es que puede que la ex asesora de campaña de Hillary tenga mucha razón, del mismo modo que también la tenga el propio Elton John (toma ya! Menudo referente político.). Ambos concluían que sólo la misoginia impediría que Clinton fuese presidente. En realidad la ex asesora iba un poquito más lejos.
Obama es negro, sí. Y también es hombre, sí. Así que es hombre y negro. Esto está claro desde el principio de la contienda electoral. Y la combinación de ambos factores es una ventaja, por mucho que se haya intentado sacar de la campaña el color de la piel y el género de los candidatos. Mientas que a Hillary le pesa el continuismo de su apellido (piensen en Bush-Clinton-Bush y otra vez Clinton) y el machismo imperante en prácticamente todo el mundo. Y si no que se lo digan a las ministras… Lo que quizás no está tan claro es si un hombre que ha subido como la espuma y no tiene demasiada experiencia puede ser un buen presidente del gobierno. En esta cuestión la respuesta es sencilla y casi automática, seguramente no pero si la gente le vota será que sí. Y tampoco significa que Clinton cuente con la experiencia necesaria para sacar de la crisis que vive Estados Unidos pese a su estancia de ocho años en la Casa Blanca como Primera Dama. Sin embargo, esta es la carta que la candidatura de Clinton está jugando, de manera muy acertada, con Obama. “Si no soportas el calor, sal de la cocina”. Es decir, si me acusas de continuismo, toma continuismo.
Obama, seamos realistas, no es más que una pegatina bien confeccionada a la que a veces le falta algo de pegamento para no plegarse por las esquinas. No es que Hillary no cuente con su buena dosis de marketing. Su cirujano, sin ir más lejos, puede dar buena cuenta de ello, pero es que estamos hablando de un fenómeno meteórico. Hollywood se siente fuerte por poder colocar de nuevo a uno de sus chicos en la Casa Blanca y el poder mass media está por la labor. Desde el primer momento ambos candidatos han jugado a la campaña negativa, por lo que las acusaciones de Obama a una Hillary desesperada están absolutamente descompasadas en el tiempo. Pero es que la cagada de Obama ha sido espectacular. Acusar a la América rural de “amargados, aferrados a la religión y las armas” es cavar tu propia tumba. Son muchos los votantes que se encuentran en ese perfil criticado por un recién descubierto elitista candidato. Hasta la fecha la elitista era ella, pero parece que ahora que se ve próximo al despacho oval, él también pierde distancia con el suelo y se eleva sobre el plano.
No deja de tener gracia que sea Obama ahora el que acuse a Clinton de decir lo que la gente quiere oír. En primero lugar, porque es eso lo que tratan de descubrir las baterías de encuestas y sondeos que se hacen en cada estado en el que se celebran primarias. Y en segundo lugar, además de que ambos lo hacen, porque era la tradicional acusación que Clinton le hacia a su compañero de partido. Por tanto, esta “pelotera” de Obama y el ataque de su candidatura contra las técnicas desesperadas de Clinton evidencia una cosa, que se está poniendo nervioso ante el resuello de la candidatura de su rival.
En el deporte, ante la proximidad de una victoria, se intenta averiguar si el deportista en cuestión será capaz de acabar ganando o la perspectiva del éxito le hará desconcentrarse y terminará perdiendo (eso que dicen en el argot del tenis, ¿le temblará el brazo?). No hay mejor símil. Ante la inminente victoria de Obama, las malas artes de la comunicación política y el marketing político han salido al rescate de una Clinton extasiada. Y a esto ha contribuido declaraciones desafortunadas de Obama, un pastor religioso que se supone intenta ayudarle y, sobre todo, las primeras encuestas a nivel federal que conceden una tímida ventaja a Clinton. A Obama le empieza a temblar el pulso y no ha averiguado la manera en la que acabar con la carrera de Hillary. Esto puede costarle caro. La imagen prediseñada como una fotocopia del mismísimo Kennedy se desmorona poco a poco ante la impaciencia del éxito y se le empieza a comparar con Kerry. Y no hay nada peor que un efecto recuperación o remontada para recabar apoyos y un efecto derribo o derrota para perderlos.
La próxima parada es Pensilvania. Un estado en el que Hillary contaba con una ventaja de 20 puntos en el inicio de las primarias pero que, lógicamente por la caída a los infiernos de Clinton, había descendido hasta 5 puntos. Ahora parece que será algo más holgada, aunque habrá que esperar hasta el recuento en una urnas en el que los “pueblerinos” que tan poco le gusta a Obama tienen un peso específico. En caso de ser mayor de lo esperado, Clinton no sólo respirará sino que pondrá mucho más nervioso a su rival obligándole a emplear una estrategia más agresiva para no perder el que puede ser el estado definitivo en su carrera presidencial, Carolina del Norte.
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